miércoles, 30 de noviembre de 2011

Perdóname


Tal día como hoy, nació a orillas del Misisipi un escritor llamado Samuel Langhorne Clemens, más conocido como Mark Twain, el padre de Tom Sawyer. Un día más tarde, pero 138 años después, lo hizo ella.
El día que la conocí, no hablamos de literatura, ni siquiera mencionamos al genial escritor americano, pero estuvimos mucho, mucho tiempo, hablando de música. Ella me dijo que era una apasionada de Fleetwood Mac, de Cyndi Lauper, y de Tracy Chapman, que cantaba con los auriculares puestos a todas horas, mientras pasaba la aspiradora, para horror de su público incondicional: sus hermanas.
Probablemente lejos de pensar que se podía achacar a una falta de oído musical, resolvimos que con toda seguridad debía ser por una falta de repertorio y la audiencia de su casa, a estas alturas, ya podría estar cansada de escuchar una y otra vez los mismos temas, sumergidos dentro del ruido de la aspiradora.
Así que como una labor evangelizadora, musicalmente hablando, todos estos años he estado aportando nuevos descubrimientos al pequeño saltamontes, a quien ha acabado siendo la persona más importante de mi vida.

Esta noche es una noche mágica. Es una especie de pequeña noche de Reyes, porque en realidad se trata de la víspera del cumpleaños de Lou. Se le nota nerviosa por su regalo, por las sorpresas que le aguardarán al día siguiente. Me la imagino perfectamente de niña, impaciente, alrededor de sus padres con sus ojos verdes bien abiertos, intentando adivinar qué le tienen preparado...

Para ella tengo un pequeño regalo. La canción de hoy es una que me dijo el otro día que había oído por casualidad en la radio. Hoy es un poco diferente, porque todavía no la he escuchado entera. Su autor, un cantante desconocido de Málaga, grabó la canción y la colgó en la red, para que todo el mundo la fuese conociendo. A veces los milagros existen y los sueños se hacen realidad.
Se podría decir que a Lou le he enseñado mucha música. Ella en cambio me ha dado mucho más y en la balanza emocional de nuestras vidas, tengo un superávit inmenso. Pero de vez en cuando, se invierten los papeles y paso a ser el muchacho de la boca abierta que descubre una canción preciosa. 

Mark Twain, aquel señor que nació muchos años y un día antes que Lou, decía: "Para lograr todo el valor de una alegría, has de tener con quien repetirla" y es cierto. Mis alegrías lo han sido, porque nunca me ha faltado ella para compartirlo todo. Pero no es ésta la frase que destacaría del gran Samuel Langhorne Clemens. Prefiero quedarme con esa otra, que podría decir cada día en el Edén de mi existencia: "Para Adán, el paraíso era donde estaba Eva".



Pablo Alboran - Perdóname (con Carminho) por PabloAlboran-Official

miércoles, 23 de noviembre de 2011

When I Fall in Love


La primera vez que escuché esa canción de Nat King Cole, fue en una serie de televisión, en la que el protagonista, un niño de corta edad, iba relatando recuerdos de su niñez con asombrosa memoria, como para recordar tal cantidad de detalles con una precisión tan asombrosa. Esa serie se llamaba Aquellos maravillosos años. En aquel episodio, el niño veía cómo el matrimonio de sus padres se iba a pique. Era mudo testigo de las discusiones, casi sin entender nada, sintiéndose culpable, aislado y sin una referencia clara a la que aferrarse. Al final del capítulo, sus padres se reconcilian y a través de unas imágenes recogidas en una especie de película de súper-8, se oye el genial tema de Nat King Cole: When I Fall in Love.
Con las frases que pude transcribir de aquella canción y con la imagen presente de aquella escena, no paré hasta dar con un disco de Nat King Cole que la incluyese, lo que me llevó varios meses hasta lograrlo. A partir de entonces, Nat King Cole se convirtió en unas de mis referencias y uno de mis cantantes favoritos.

Nat King Cole cuenta la leyenda que era un excelente pianista de jazz, que mientras actuaba fue increpado por un cliente borracho para que cantase y el dueño del local, forzado por la petición de su ebrio pero influyente cliente, obligó al joven Nat que accediese. La canción fue Sweet Lorraine.
Preguntado por la veracidad de esta historia, el propio Nat King Cole confesó muchos años más tarde que no era del todo cierta, pero era tan bonita, que lo mejor sería dejar que continuara y fingir que había sucedido así. En realidad, Cole ya cantaba algunos temas, pero aquel borracho le pidió un tema que Nat no conocía, así que optó por cantar Sweet Lorraine.

When I Fall in Love fue compuesta originalmente para la película One minute to Zero, protagonizada por Robert Mitchum, y fue interpretada por Doris Day. Unos años más tarde, Nat King Cole mostró su personal versión en un programa de televisión, el Show de Jack Benny, que presentó al cantante como "el mejor amigo que puede tener una canción", en la que sería una de las últimas y más legendarias representaciones del artista.

When I Fall in Love fue escogida a propósito para adornar la más extraordinaria sorpresa que jamás había hecho en mi vida. Así comenzaba mi relato, foto a foto, desde mi infancia hasta el día que mi camino se cruzó con el de ella. Sin que lo esperara, en medio del banquete de bodas se apagaron las luces. Se encendió un proyector y empezaron a salir imágenes de ese niño que un día fui hasta ser la persona en la que me había convertido esa noche. Aquel día tan especial no quise que una de mis canciones favoritas se quedase fuera. Además de ser una música preciosa, no es casualidad que su letra diga:

Cuando me enamore será para siempre,
O si no, no me enamoraré nunca.



miércoles, 16 de noviembre de 2011

Bellagio


El guitarrista Russ Freeman debutó en el mundo de la música en 1985, con Nocturnal Playground, acompañado por su grupo The Rippingtons, con idea de experimentar nuevos sonidos dentro del smooth-jazz. Freeman no espera tanto éxito, ya que su idea original era lanzarse a una carrera en solitario, así que no le quedó más alternativa que continuar grabando álbumes y haciendo conciertos con su grupo.

A pesar de que miles de seguidores disfrutaban con su música, según el propio Freeman, recibió numerosas peticiones de que grabase un nuevo disco con sonido Rippington, pero donde tuviese mayor protagonismo el sonido de su guitarra, frente a los otros instrumentos. "Aquí está." escribió Freeman en las líneas interiores. Este trabajo se llamó Drive.

Drive es una delicia de principio a fin. Son diez temas, entre los cuales hay una versión de Grover Washington Jr, de su East River Drive, o una colaboración con el trompetista de Sting, Chris Botti, que le acompaña en el melancólico Soul Dance. Pero de todo el disco, quiero entresacar Bellagio, que es el que cierra como colofón, una obra redonda.
Bellagio hace referencia a un encantador pueblecito a las orillas del lago di Como, y su música encaja perfectamente con el recuerdo que me queda de la visita que hicimos a aquel lugar. Ese conjunto de casas preciosas, asomadas al borde de un no menos bellísimo lago, fue testigo de un viaje inolvidable que hicimos Lou y yo por todo el norte de Italia, en una época en la que todavía no había ni pañales, ni chupetes, ni guarderías, ni colegios.

Siempre que acabo de oir Bellagio, estoy hipnotizado, deseando volver a escucharlo desde el principio. Como con la música, fundida con el recuerdo, me pasa igual con aquel maravilloso viaje a Bellagio, el de verdad, al que añoro poder volver a ver algún día.


miércoles, 9 de noviembre de 2011

Reign of Love


Robinson Crusoe llegó a aquella isla tras un inesperado naufragio de su barco. Allí permaneció 20 años hasta que un buen día pudo ser rescatado y volver a su país. Como un reloj de arena que comienza a contar, su vida dio una vuelta completa y su cautiverio insular se convirtió en paraíso y su salvación en un cautiverio. El libro cuenta que después de llegar a Inglaterra decidió volver a su querida isla. Esa isla desierta, dotada de casi ningún recurso, justo para vivir, para Robinson era un gran lujo. Bastante más de lo que necesitaba para ser feliz.
 
Hay una canción que me transporta a mi isla, a aquella en la que sopla el viento y se mezcla con la tierra y el mar. Una canción casi desconocida, llamada Reign of Love sumergida en el interior del álbum Viva la Vida de Coldplay. Su escondrijo no es casual. Todas las pistas están mezcladas en una perfecta continuidad, para hacer un conjunto sólido que obligase a escuchar todo el álbum de forma continua. El sonido de todo el disco es único, ya que fue grabado en varias iglesias de Méjico y España, buscando una acústica especial, una atmósfera envolvente. El responsable de esto es el famoso productor Brian Eno, que comenzó su carrera musical con Roxy Music, casi de casualidad, al conocer al saxofonista del grupo mientras esperaba el metro en un andén. Eno decía que si hubiese esperado el metro un poco más allá en el andén, o hubiese perdido el tren, jamás se habría dedicado a la música.
 
Después de Roxy Music, formó parte de Talking Heads con David Byrne. Su habilidad con la mesa de mezclas le conduciría hasta la producción, donde trabajaría con artistas de la talla de David Bowie, mis odiados U2 (un día contaré por qué), Dido o Depeche Mode, entre otros. Ha hecho incursiones en el cine, como cuando compuso el tema Prophecy para la pelicula Dune, de David Lynch, para la película Trainspotting, además de destacar en la música ambiental. Este interés surgió tras un grave accidente de coche, que le mantuvo encamado varios meses. Incapaz de levantarse para subir el volumen de su equipo de música, que era acallado por el ruido de una tormenta, entonces se dio cuenta que la música podía asumir las mismas propiedades que la luz y el color y mezclarse con la atmósfera presente, sin alterar el equilibrio del ambiente que lo rodeaba. Fruto de aquella rica innovación surgió entre otros trabajos, su famosa Music for Airports, compuesta para tranquilizar a los pasajeros que esperan su avión y tienen miedo a volar. Pero el trabajo más original que le encargaron fue componer una sintonía inspiradora, universal, optimista, futurista, sentimental, emocionante, pero con una particularidad: no debía durar más de 3 segundos y cuarto. Sería el sonido del nuevo sistema Windows 95 al comenzar la sesión.
 
Las cosas no son casuales. El subirse aquel día en aquel vagón del metro, o aquel terrible accidente de coche, le llevaron a Brian Eno a tomar un camino y superar las dificultades con éxito. A él le inspiró el sonido de la naturaleza, bramando y golpeando contra el cristal de su ventana. A mí, una producción suya, Reign of Love, me traslada al reino del casi silencio, a mi isla desierta, al último paraíso perdido, pero no por eso no presente en mis pensamientos. Al aire cálido que te besa y al ruido del viento, arrastrando caprichosamente el borde de arena de las dunas de Corralejo, el último día que me acarició la cara, la dulce brisa de Fuerteventura.


miércoles, 2 de noviembre de 2011

Suburbia



Neil Tennant y Chris Lowe se encontraron de casualidad en una tienda de productos electrónicos y congeniaron enseguida. Vieron que compartían mutuo interés por la música dance. De ahí surgió una amistad, que aún perdura y que les llevó a lanzarse a la aventura musical de crear un grupo llamado en sus inicios West End, como el barrio de Londres que tanto les gustaba. En seguida optaron por otro nombre y decidieron rebautizarse como Pet Shop Boys. Esta devoción londinense hizo que le dieran posteriormente ese título a un tema legendario que les catapultaría a la fama: West End Girls.
Luego vendrían otros éxitos como Rent, It's a Sin, Heart la futbolera Go West, o la reversión del clásico de Elvis, Always on my mind, que les convertiría en uno de los grupos más importantes de la historia de la música.

De la primera época, junto con la hipnótica West End Girls, desde la primera vez que escuché Suburbia, imaginé ambas como banda sonora de un relato que algún día escribiría. Una historia que lleva desde entonces dando vueltas en mi cabeza, esperando ser escrita. La historia de un mundo futuro, terriblemente perfecto, llamado, cómo no... Suburbia.

El sol siempre brilla en Suburbia.

Habrá un día en el que los hombres serán felices. Ya no habrá motivos para preocuparse de nada. El Gobierno velará por cada uno de nosotros. Nuestras necesidades sexuales, de vivienda, de alimento, de trabajo, de reproducción, de afecto... Todos los sueños estarán plenamente garantizados. El Gobierno de Suburbia te garantiza lo que nadie hasta ahora había podido cumplir: la felicidad real.
En Suburbia millones de seres viven juntos, en perfecta armonía, formando parte de un gran engranaje donde todo funciona a la perfección, sin fisuras. Cada uno tiene prefijado su función. No hay improvisación. Improvisar es sinónimo de inquietud, nerviosismo por las cosas no resueltas, y por tanto infelicidad. Una vida programada es una vida sin preocupaciones. Es una vida feliz.
No hay que pensar en nada, porque no es necesario, e implica frustración y descontento. El Gobierno ya lo hace, es el encargado de diseñar sabiamente la vida de cada uno, el día a día. Por todos los rincones hay monitores en los que se puede apreciar el astro rey. La noche, no existe. El sol siempre brilla en Suburbia.
Poco después del ocaso, los ciudadanos se toman puntualmente su pastilla de color azul índigo: el Promme. El Promme les proporciona sueños felices, relajantes horas de descanso aseguradas y un despertar placentero, más natural y fisiológico.
Nadie ha visto nunca la noche en Suburbia. Todos amanecen con el nuevo día, contentos de estar en perfecta sincronía con la naturaleza. La naturaleza programada de Suburbia.
El Gobierno te proporciona todos los medios para ser feliz. Al ciudadano le corresponde serlo, porque no tiene excusa para lo contrario. No existen las enfermedades, no hay desempleo. Todos los ciudadanos son iguales, no hay diferencias sociales, por tanto no hay desengaños, no hay decepciones, ni envidias, porque nadie espera nada. No hay delitos, porque nadie ansía tener más que otro. El Gobierno te lo ha dado todo y a todos por igual. De hecho, la felicidad se ha vuelto una cuestión mandatoria. Nadie se lo plantea, o tal vez por miedo a no serlo, todo el mundo cree firmemente que es feliz.

CP450 nació en Suburbia y como todos, no ha conocido otra forma de vida. Cree que Suburbia es tan perfecta, que ha tenido que existir siempre. Cada día se enfrenta a su maravillosa cotidianeidad. Se despierta con los primeros rayos de ese sol que domina todo, sabiéndose afortunado por vivir en una época única en la que la sociedad humana ha avanzado tanto. Cada mañana, casi al unísono, su compañera, LR199, se despierta junto a él. Llevan juntos casi cuatro años. Están próximos a los cinco. A partir de ese momento, les estará asignado tener su único hijo, obtenido in vitro. A los padres se les entrega el recién nacido, obtenido genéticamente, lo que evita partos dolorosos y ofrece la certeza de introducir en casa un ser libre de enfermedades y de trastornos hereditarios.

CP450 trabaja en una división del Gobierno que produce componentes electrónicos. LR199 estudia en la academia de la Agencia, la policía de Suburbia. La vida de ambos es deliciosamente rutinaria. Como todo Suburbia, sencillamente perfecta.

Pero a CP450, desde hace unas semanas le sucede algo inexplicable. Por las mañanas, sin saber por qué, bajo la complicidad de la ducha, nota un nudo en el pecho y sin poder evitarlo, ve cómo bajo el chorro de agua, ruedan lágrimas por su cara. Es algo que no puede contar. Si el Gobierno lo descubre, está perdido. En un mundo donde la felicidad es mandatoria, un infeliz es un peligroso enemigo de esta sociedad perfecta.