miércoles, 22 de junio de 2011

Summer in the City


Hubo un tiempo, ya hace mucho, en el que los veranos eran veranos. Nadie te preguntaba: ¿Cuándo te coges las vacaciones?, porque el verano empezaba para todos igual.
El día elegido era el de las hogueras de San Juan. En el solar enfrente de casa, que ya hace años que despareció, al ser ocupado por un nuevo edificio, nos reuníamos todos los vecinos y asistíamos a un acontecimiento mágico. Pronto quedábamos hipnotizados, niños y mayores, al igual que le sucedería al hombre que habitaba en las cavernas, ante el espectáculo de luz, calor y ruido crepitante del fuego.
Aquella hoguera parecía quemar junto con los tablones, un curso entero y daba paso a un nuevo verano, donde las preocupaciones no existían y la diversión se extendería hasta casi mediados de septiembre.
A partir de ese día, como cada año, comenzaba la rutina estival. Levantarse tarde, jugar al fútbol toda la mañana entre los coches del aparcamiento y después de comer, mi madre nos metía en nuestro querido volkswagen, camino del Club Náutico.
Allí pasábamos el resto del día, saltando mil veces en la piscina, jugando en la cancha de baloncesto o intentando que alguna persona mayor nos dejase entrar en la pista de tenis.
El verano en la ciudad era el verano en el Club.
En un coche como nuestro Volkswagen, carente de aire acondicionado, nos sentíamos como galletas María en un horno, (más mi hermana que yo), cuyo volante a menudo tenía que ser agarrado por mi madre con toallas, mientras mi hermana María y yo, evitábamos tocar con nuestros muslos, el asiento hirviendo de sky negro, cosa que no siempre conseguíamos. Todavía, si no se había hecho de noche, llegábamos a tiempo de poder jugar un rato con los amigos del edificio, a policías y ladrones, al brilé, a alerta, al escondite o a Juan, Periquito y Andrés. Aunque siempre sonaba el Fiu-fi-fii de mi padre, en lo mejor de nuestros juegos infantiles, señal innegociable, de que había que subir ya a casa.
Diversión contínua desde la mañana, hasta que caíamos rendidos en la cama, más tarde de lo que estábamos acostumbrados durante el curso.

Mi primer disco de vinilo fue una recopilación de música llamado Explosión 60, regalo de Reyes, que aunque estuvo escrito en la carta de Sus Majestades, seguro que la intervención de mi madre tuvo mucho que ver, para que mi petición fuese atendida.
En aquel recopilatorio, había grandes joyas como Son of my father, With a Girl Like You, Gerdundula, I'm a Believer, Happy Together, Baby Come Back, House of the Rising Sun, Mr Tambourine Man, o Silence is Golden. Pero además, estaba incluido un tema llamado Summer in the City. Compuesta por el hermano del vocalista de los Lovin' Spoonful, John Sebastian, siendo además su mayor éxito discográfico.
Esta canción, para mí siempre ha ilustrado aquellos veranos en Santa Cruz. Casi sin darme cuenta, cada episodio o circunstancia de mi vida, iba acompañado de una o varias canciones. Aquellos veranos calurosos, cuando penetraba el tiempo sur, llenaba la ciudad de olor a refinería, o cuando se disipaba, recuerdo las noches de verano, en las que nos visitaba aquella agradable brisa, que entraba por la persiana entreabierta, de nuestro séptimo piso C.
Todo ello eran complementado por el recuerdo de una música, que no podía ser otra que Summer in the City. Por si fuera poco, uno de los ruidos de la ciudad, que se oyen en la grabación de la canción, el primer automóvil, es el claxon de un escarabajo.

En aquellos veranos en la ciudad, todo habría de ser sin preocupaciones. Sólo habría que divertirse y pasarlo bien. La premisa era bien sencilla y muy fácil de seguir. No había que preocuparse por nada.
El próximo curso, fuera cuarto, quinto, o sexto, todavía quedaba muy lejos...

2 comentarios:

Marti dijo...

Me enacanta la canción pero el vídeo es chulísimo.

Anónimo dijo...

Gracias, Mel, una semana más. ¡Qué cantidad de recuerdos en este relato! Y la música, como se puede leer en la carátula de "Explosión 60", es, sin duda, una antología para coleccionistas.

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