miércoles, 18 de mayo de 2011

Entends-tu Les Chiens Aboyer?

A mi tía Piluca
que ya forma parte de las estrellas

Cuando tenía diez años sólo había una cadena de televisión. Así la elección era fácil.
Gracias a esa circunstancia, pude ver a tan pequeña edad, la serie Cosmos. De haber existido la posibilidad del zapping, se me habría escapado, perdida entre tanta maraña de canales, como los granos de arena, inútilmente atrapados en el puñado de una mano.
Las Navidades siguientes, por petición expresa mía, Sus Majestades de Oriente me trajeron el deseado regalo de esas fiestas: el libro de Carl Sagan, que devoré una y otra vez durante años y que todavía ocupa un lugar privilegiado en mi librería, ése que se reserva para los libros favoritos.
Recordando esos años de infancia y la fascinación por el espacio, me cuesta creer cómo orienté mi vida hacia otros caminos. Mis momentos de niñez más felices fueron aquéllos que pasé junto a mi rudimentario telescopio rojo, observando con asombro los cráteres de la Luna, aquellas noches de verano en La Finca. Enclave familiar que tan intensamente amó mi tía Piluca, mi tío Pepe, mi hermana María y yo, y todos los que vivieron aquella época tan maravillosa.

Entends-tu Les Chiens Aboyer? sonaba bajo Carl Sagan, doblado por la voz más melodiosa que ha existido nunca, la de José María del Río. Vangelis prestó la música a una serie documental, que ha marcado la vida de muchos de los que disfrutamos de su histórica emisión.
Este tema siempre me ha hecho reflexionar sobre el más allá, la inmensidad del infinito o la fragilidad y sentido de nuestra propia existencia.
Carl Sagan me descubrió que vivo en un planeta de color azul pálido, muy frágil, que tenemos la obligación moral de cuidar con mimo, ya hace años, mucho antes de que surgiese la moda de la ecología. Me mostró la grandeza del universo, al que estamos unidos de una forma más íntima de la que nos pensamos. Cada uno de los átomos de los que estamos compuestos: el carbono, el oxígeno, el hidrógeno, o el silicio, constituyen también los componentes del universo conocido. Los arrecifes de la costa donde se forma la espuma, las briznas de hierba que se lleva el viento, las flores de un ramo regalado, el olor del jazmín en el atardecer, los labios más carnosos, los dedos que nos acarician, el sabor de un beso, el mar, los planetas, nuestro Sol...
Cuando lleguen de nuevo las noches claras de verano, atravesadas de punta a punta por el espinazo de la noche, como aquéllas que compartimos en La Finca, ese cielo tachonado de luces distantes que tililan, me harán recordar que formamos parte del universo, que somos el mismo Cosmos, porque estamos hechos de la misma materia que las estrellas.



1 comentarios:

Anónimo dijo...

Estos días en los que tengo el ánimo frágil y las emociones rotas, esta melodía me trae recuerdos maravillosos e imborrables. Las composiciones de Vangelis son diferentes, todas me gustan pero ésta me toca el corazón de un modo especial. Siempre fiel a esta cita de los miércoles. Mel, un beso.

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